Nuestro trabajo artesanal
Los llamamos maestros tejedores, al igual que los artesanos que han adquirido tal dominio de su especialidad que su saber hacer se ha convertido en algo esencial para la profesión. Estos maestros tejedores son herederos de un oficio que existe desde la Edad Media y que consiste en fabricar prendas de punto.
Hoy en día, la producción está parcialmente mecanizada, pero el saber hacer humano de los maestros tejedores es insustituible. Los ingenieros tejedores de SAINT JAMES están a cargo de uno de los talleres de punto más grandes de Europa, con no menos de 75 telares de punto bajo su responsabilidad directa.
Los maestros tejedores no se limitan a observar las máquinas de tejer, que funcionan 24 horas al día, seis días a la semana. Las ponen en marcha, las alimentan con hilo y realizan ajustes técnicos, que varían en función de la prenda que se vaya a producir y del hilo utilizado. No hay lugar para el error en este proceso, que requiere pericia y una vigilancia constante.
Los trozos de punto, llamados paneles, son recogidos y controlados por los tejedores cuando salen de los telares. Se dice que estos maestros tejedores tienen "la mano SAINT JAMES": consiguen detectar hasta el más mínimo defecto y utilizan máquinas de alta tecnología como simples herramientas de trabajo. Sin el saber hacer humano que los supervisa, los telares de punto no servirían para nada.
Los ojos experimentados y agudos de los maestros tejedores son esenciales para una fabricación irreprochable. Mil quinientas puntadas de punto se hacen en unas centésimas de segundo. Se necesita toda la pericia de los artesanos para que la puntada tenga la calidad requerida en tan poco tiempo. Supongamos que uno de los paneles tiene un defecto. Se indica mediante una etiqueta blanca que avisa al taller de remiendos (atelier de raccoutrage), que interviene al final del proceso de tejido.
Según el material utilizado, el tamaño y la complejidad del modelo, y el punto empleado, un panel se teje entre 3 minutos y 1 hora y 30 minutos. La marca SAINT JAMES fue una de las primeras en tejer paneles a medida. Esta técnica da como resultado un punto más apretado, proporcionando una prenda más resistente y de mejor calidad con menos desperdicio de materia prima.
Cada mes, los maestros tejedores supervisan el tejido de 430.000 millas de hilo de lana, el equivalente a un viaje de ida y vuelta a la luna.
En los talleres SAINT JAMES, el arte de la costura es practicado principalmente por mujeres. Más de 100 costureras trabajan en el taller de confección, poniendo cada día sus conocimientos de alta costura industrial y manual al servicio de los productos.
Divididas en varios grupos autónomos, las costureras ensamblan y revisten las prendas, utilizando diferentes técnicas de confección. Entre estas técnicas, algunas son especialmente complejas:
Revestimiento: se basa en un tipo de costura muy elaborado y consiste en un dobladillo al final de las mangas y en la parte inferior del cuerpo del jersey;
La overlock: una vez cortada la puntada, la overlock atrapa el dobladillo, evitando así cualquier riesgo de deshilachado;
Acolchado: la técnica utilizada es la más parecida a la de la máquina de coser familiar;
El cuenco: el montaje de los paneles se realiza con una costura muy fina y discreta para que la prenda no pierda nada de elegancia;
Remesado: se realiza puntada a puntada en las agujas de una corona. El remallado es una técnica muy meticulosa que permite unir el cuello al escote y al cuerpo del jersey. El cuello se gira hacia abajo en la corona y se cose con un punto de cadeneta.
Esta última técnica, remeshing o remaillage en francés, es específica de la confección de las prendas SAINT JAMES. El punto se mantiene flexible. La prenda conserva mejor su elasticidad cuando se lleva puesta, sin perder su forma ni deformarse con el paso del tiempo.
Entre el principio y el final del proceso de confección, cada prenda SAINT JAMES se beneficia del saber hacer de 18 pares de manos. La tejen, la cortan, la montan, la remiendan y la planchan artesanos y artesanas y sus experimentados ojos.
El trabajo de las raccoutreuses, de nuevo realizado mayoritariamente por mujeres, es una profesión rara y preciosa. Se trata de un saber hacer humano insustituible, que no puede mecanizarse. No se enseña en la escuela, sino únicamente en los talleres SAINT JAMES, tras casi dos años de formación.
Al observar las acciones de los expertos en remiendos, uno podría imaginárselos en el muelle de un puerto pesquero, concentrados en su tarea, ocupados en reparar las redes. La técnica es casi similar, pero aquí se aplica a las prendas de Santiago que llegan al final de la cadena de tejido.
Las raccoutreuses, provistas de pequeños ganchos y lupas luminosas, vigilan las más pequeñas imperfecciones. Cuando detectan un defecto, por pequeño que sea, en la prenda, deben desenredar y volver a tejer la zona afectada.
Con paciencia y minuciosidad, remedian las puntadas de deslizamiento, los hilos tirados, cualquier lana sobrante, y proceden al pellizco, es decir, a la caza de fibras extrañas, pequeñas pajas, que provienen de la lana de las ovejas.
Las racoutreuses son también las únicas que pueden terminar el cuerpo de un panel que las máquinas de punto no pueden. Por ello, intervienen después de tejer y antes de ensamblar.